10 ene 2011

Visiones de una luz intermitente (3)

Saludos a todos, el día de hoy publico la penúltima parte de mi pequeña historia, espero les agrade, y pues muchas gracias en verdad por leerme. Agradecimientos especiales a Jhennifer Ceballos Crespo, mi novia y musa inspiradora. Mañana mismo publicaré la última parte al fin. Muchas gracias por su apoyo.



Parte 3 Consumación

Era curioso que en ese instante Ariadna le entregara toda su alma y amor apasionado en una sonrisa profunda; ella tuvo que partir a pesar de las lágrimas de Pablo, y solo hasta ese pequeño instante, del tipo de instante que marcan nuestras vidas, él pudo dejarla ir sin sentirse sólo, pues sabía que la mujer de edad avanzada que estaba entre sus brazos a punto de partir, lo había acompañado y amado profundamente durante toda su vida.

Él jamás se sintió sólo desde el momento que la conoció en la Universidad. Desde aquél instante, ella entró en su mundo y sacudió de forma desafiante la tristeza de su pasado. Ella movió cada célula y glándula de su humanidad.

Recordó el momento en que la invitó a salir por primera vez muy pocos días después de haberla conocido. Él era reservado aunque por alguna razón se sentía muy cómodo tratando con mujeres, pues sabía que entendía mucho más sobre ellas que otros hombres de su edad. Ella aceptó sin discusión la invitación de Pablo pues le parecía un chico muy interesante y alegre. Para ese entonces, él la quería más que ella a él, y de alguna forma lo sabía, por eso trataba de ir a un ritmo lento en su proceso de seducción si es que se le puede llamar así, pues en realidad, ella lo seducía mágicamente mirándolo a los ojos y no en las palabras que compartían; si no en los silencios, esos que marcan fundamentalmente las melodías más soberbias de los más grandes genios musicales. Pensó para sí mismo: “la clave del amor está en el silencio, como en la música”.

Recordó alguna ves haber leído algo sobre las notas del universo imperceptibles para el oído humano. Súbitamente, pensó en llamarle a ese sonido “El sonido del amor”. Desde luego para él, no había otro sonido más perfecto que el del amor y después de unos minutos de cavilaciones, llegó a la conclusión de que los enamorados ven y escuchan más allá que la gente que no ama, los amantes van hacia las nubes, tan lejos que sobrepasan los límites de la Tierra y llegan al universo infinito, donde pocos han llegado y sólo los que aman, son capaces de escuchar esas notas inalcanzables para el oído humano; “esa música, es la música del amor y se encuentra en el silencio”, concluyo para sí mismo.

El silencio es como la misteriosa oscuridad de la luz del amor, una luz que en Ariadna resplandecía de sobremanera y cuando esa luz parecía apagarse por un instante, en realidad, era más intensa. Esos silencios eran los momentos donde se sentía más cerca de ella, cuando ves a través de las barreras de una persona y no hacen faltan ni los ojos ni los sentidos para percibir ese amor profundo, sólo hace falta la inteligencia del corazón.

Naturalmente, ella se sentía increíblemente bien mientras platicaba con él. Se sentía comprendida y completa, aprendiendo en cada palabra de Pablo y ese sentimiento en ella, era muy bien correspondido por él. En realidad, los dos aprendían juntos todo lo que hay que aprender sobre la vida y el romance.

Tomando café y platicando en esa primera cita juntos, no sintieron pasar las horas. Entre risas y miradas cómplices, compartieron esos hermosos momentos para los cuales se vive. Luego, caminaron mucho tiempo sin sentir cansancio, pues la fuerza que emana del alma es la más fuerte y poderosa que existe. Aquellas dos almas tenían la fuerza suficiente como para aprender a amarse...


(Continuará...)

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